A mi edad

¿Te preguntas lector, mi edad? Es indefinida, incuantificable. La experiencia no tiene medida.

Mi edad son los libros que leí en mi cama, en el bus, en un bar bullicioso, en la sala de espera de un hospital, y en ese mismo hospital como paciente-impaciente.

Son mis canas, cada una con nombre y apellidos, mis lágrimas para bien y mal, guardadas en un tarrito de mi memoria.

Son mis viajes, por placer y a veces sin placer, por trabajo, por amor, por vivir, por experimentar, por una nueva vida, con retorno siempre. Mis noches insomnes, y mis sueños a plena luz del día, con los ojos bien abiertos, alerta para cazar al vuelo los que me aletean cerca.

Son los lloros infantes de mi hijo, su risa, sus trastadas y sus pequeños-grandes abrazos; y ahora, sus preocupaciones, que son mías. Es mi noria emocional, girando parsimoniosa de la tristeza a la alegría, del valor a la cobardía.

Tengo la edad que yo sé, no la que tú crees, mi querido lector. Tú también tienes la tuya, la que tú sabes, más allá de lo que diga tu fecha de nacimiento. Cuanto más vivas, más edad tendrás, pero nunca en números, sino en algo llamado experiencia.

Espero que tu vida sea tan longeva, que supere cualquier estadística.

Aprovecha cada minuto de tu vida, para seguir envejeciendo.

Vestir de etiqueta

Ahora más que nunca, se lleva el vestir de etiqueta. Desde que nos levantamos, hasta que nos acostamos, la llevamos puesta encima, y no es de extrañar; está de moda. Si eres un «fashion victim» sabrás de qué hablo, pero si por el contrario te va más el estilo «a mi aire», y no sigues modas, seguramente intentarás por todos los medios escapar de ella. Y no, no es nada fácil. Si eres más bien de negros, te dirán que vas «de color», y si tu corazón palpita a la izquierda, te señalarán que «vas de rojo». ¿Significa entonces que los que no tienen corazón «van de azul»? A ver si se pone de moda, de verdad, el arco iris, que me consta que les da lo mismo la etiqueta, y lo visten con poderío. ¡Qué confusión!

La moda pesa, llevar esas etiquetas es un fastidio, sobre todo si el color con el que te han vestido esos sastrecillos valientes, no es adecuado a tu tono de piel. Y es que ya no quedan buenos sastres. Escandaliza la desnudez, la sencillez, la ausencia de estridencia, lo natural, pero es más «pret a porter» lo feo, guapo, alto, tonto, listo, rojo, azul o naranja. Según el ojo bizco que te escrute.

Hay que quitarse la etiqueta, y evitar ponerlas; ¡ni que fuéramos profesionales de la moda! Hay que vestir natural, pero primero hay que desvestirse.

Dicen que las modas van cambiando, pero no estoy convencida de que esta lo haga. No es pasajera, y amenaza con quedarse, a no ser que hagamos algo. Empecemos por los niños, que visten de forma más espontánea, y pueden darnos alguna lección.

Voy a vestirme de mí, todos los días, y dejaré que esos sastres afanosos se dediquen a etiquetarme de mil colores, mientras yo vivo mi vida, y ellos también; también la mía, quiero decir.

Con las redes he topado (una historia real)

Hace días que intento escribir este blog, pero «las musas han pasao de mí», como diría Serrat. Llevo internamente esa lucha entre escribir sobre lo que quiero, o lo que debo, y creo que al final me ha podido el querer al deber, como casi siempre. Que adoro hacer lo que me gusta,lo que me place, lo que me enciende más que lo que debo, eso lo sabemos mi madre y yo. Es una forma de vivir, que se aplica también a las cosas prácticas. Una rebeldía injustificada, pues seriamente no me he visto crudamente atrapada en esa red para cosas tan importantes. Y justamente sobre eso voy a escribir en este blog.

escalera-museos-vaticanos

Heme aquí, doña «nomenenviéisinvitacionesdelFacebookese, que no me interesa». Fui de las primeras en tener internet en casa, cuando era algo reservado a las empresas, que fue donde topé con la red. El hecho de estar en contacto con otros países, practicar otros idiomas en tiempo real, y compartir experiencias me resultaba tan atractivo que defendí a capa y espada  la importancia de disponer de tan poderosa herramienta en casa, y me dejaba atónita que hubiera empresas que no hubieran descubierto todavía todo su potencial, o no dispusieran todavía de ella. En definitiva, vi crecer la red aquí cuando en México ya nos daban mil vueltas y media. Y aquí estoy, ahondando, desenredando las redes.

Sigo en mi empeño de entender este mundo virtual, y sé que lo voy a conseguir. Tan sólo necesito tiempo, y práctica.

Este es mi segundo post. Pobre en contenido, y quizá también en sentido, pero nunca carente de buenas intenciones.

Salud!

Pasando de puntillas.

Bailarina

Nos sucede a menudo el pasar de puntillas por las cosas. Sin hacer ruido, así sin más, sin probar siquiera la consistencia del terreno que estamos pisando. Como si la vida durara para siempre, y tuviéramos una segunda oportunidad para volver sobre nuestros pasos.

Pasamos de puntillas por grandes ocasiones; por elecciones, por oportunidades, por todos los caminos, incluso por aquellos que requerían tiempo y tesón.

Pero amigos, he cambiado de calzado. Es más robusto, flexible y consistente. Quiero caminar segura por el sendero que más me apetece, pisando fuerte.

¡Ahí voy!